FLASHAZOS
De vez en cuando vienen escenas de otra época, que se debieron quedar grabadas en mi cabeza por alguna razón. Seguro. Sitios que jamás pensé que aparecerían en mi memoria a modo de destellos. Sin esperarlos, sin ningún sentido.
Es el caso de la
estación de autobuses de Cáceres. Qué viviría yo allí, para que no se me
olviden las bajadas y subidas a ese autobús camino de mi pueblo, cuando con 14
años y unos meses empecé a estudiar fuera de casa, del calor de la familia, y
cerca de unas monjas de las que hoy no hablaré aquí. Qué historias me
ocurrirían en esos trayectos, qué cosas pensaría mientras esperaba "la viajera".
Levi´s, Doctor Martens y ese Barbour marrón ya desgastado. El uniforme del internado, de las chicas rebeldes pero responsables, con ganas de comerse el mundo, que estaban haciendo amigas que serían hermanas, en esas paredes del oscuro y descomunal colegio.
La angustia, las risas, las borracheras, los pitillos a escondidas. Las bolsas de gusanitos en la única hora de salida del día, los cafés, las ganas de fiesta, las noches eternas estudiando con una linterna, escondidas en la ducha.
Las llamadas que se cortaban, sin saber cuándo podrías volver a contactar con los tuyos, los abrazos fuertes de los que te esperaban en casa, siempre mirando el reloj, ansiosos de abrazar a su niña. Que era muy responsable, muy guapa, muy todo. Que nos hicieron creer que lo éramos, que podíamos con eso y con más, que nos íbamos a comer el mundo. Nos empoderaron, a su manera. La pequeña línea que separa el mimo del empoderamiento.
Fuimos a ese Colegio a ser señoritas y volvimos hechas unas guerreras. Fuertes, decididas, con muchas ganas de vivir. De ser.
Allí decidimos
cuál iba a ser nuestro destino, a qué íbamos a dedicar nuestras vidas. La
lección que aprendí fue que el esfuerzo siempre tiene una recompensa. Y que las personas que se quieren, de verdad, esas siempre estarán unidas
aunque no estén revueltas. Tengo las mejores amigas de internado del mundo,
porque hemos vivido lo que nadie sabe. Sólo nosotras lo sabemos.
Pues gracias.
Sólo puedo dar gracias a esa parte de mi vida. La que me hizo ser una
revolucionaria, una pensadora, dentro de las paredes de un colegio religioso,
donde sólo había chicas.
Y vuelven esos
viajes a mi mente, en autobús. Esas ganas de volver y abrazar a los míos. Y esa
fuerza con la que me fui haciéndo a mí misma. Mi camino no hubiese sido el mismo sin todo aquello.
A veces es necesario mirar atrás, para poder comprenderte. Y siempre, siempre, dar las gracias por lo vivido.
Me encanta Tacona !!!La vida es bella siempre k la persona la hace bella y tu tienes un especial encanto k engancha a la vida ❤.....a seguir Taconeando k cada vez te sale más precioso el taconeo😍😍😍💞💞💞
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