SEPTIEMBRE
El noveno mes del año siempre viene con ganas de cambios. Pero, a la vez, de volver al mismo lugar donde lo dejamos todo para empezar lo que iban a ser unas vacaciones eternas. Que se fueron. Se esfumaron.
Septiembre es energía. Es el mes de
la vuelta al cole, el de forrar libros. El mes en el que refresca un poquito,
en el que apetece empezar a cuidarse. El mes del reencuentro con los colegas en
el patio y el parque. En el que nos contamos las vacaciones. Es el tiempo de
elegir lo que queremos que prime en el nuevo curso.
Vuelta a la
rutina. Volvemos a rodearnos de las mismas personas. A veces, y sobre todo a la hora de empezar a trabajar, llegan los
problemas. De siempre.
Hoy estaba
pensando que con dos sencillas (bueno, no serán tan sencillas cuando no las tenemos) actitudes, todo lo que ocurre a nuestro alrededor podría ir mejor.
La primera, ser
responsable de lo que hacemos. Asumir los errores. ¿Por qué nos cuesta tanto?
Si no es tan grave equivocarse, nos pasa a todos. Piensas que esa falta de
ortografía es lo peor que te ha pasado en tu vida laboral y en un mes te
has superado, la has cagado mucho más. Y aquí sigues, en pie. No pasa nada.
Creo que todo
iría mucho mejor si asumiéramos nuestros fallos. Sin dolor, sin que pasase
nada. Pidiendo perdón si hace falta. Sin mirar por encima del hombro a nadie.
Que todos alguna vez la hemos liado parda.
La segunda,
trabajar en equipo. Entender que no hay que brillar, sólo hacer. Que hay que
crear una obra conjunta. Que todos ponemos lo que sabemos, podemos hacerlo
mejor o peor, pero tiene que salir ese trabajo. Y es de todos. Lo bueno y lo
malo es de todos.
Pero nos cuesta. Los
egos. Las medallitas…
Y eso lo
trasladamos a los más pequeños, por supuesto. Ser un niño que colabora, que
asume sus fallos sin sufrir, porque son naturales, que es feliz viendo lo que
ha conseguido con los demás. Qué bonito. Pero que raro de encontrar. Muy al
contrario, la comparación y la competitividad suelen colarse en la mochila. A
veces, incluso, la angustia y la agresividad. El que se queda atrás, pierde.
Ojalá que la
vuelta al cole venga cargada de cosas positivas. Que hayamos sabido trasmitirle
a nuestros hijos el buen rollo que tienen que llevar a clase, que colaboren,
que no discriminen, no dañen, que disfruten todos de volver a verse.
¿Seremos capaces?
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