HAZ EL BIEN Y NO MIRES A QUIÉN
Eso me decía mi abuela. Me lo repitió tanto, que no se me olvida.
Vivimos en
una sociedad difícil para los buenos. Se asimilan a los tontos fácilmente.
Educar en la bondad no está ni bien visto: «De bueno eres tonto». Mirar por los
demás y el bien común es casi de locos (como poco, de gente rara). Y ya ni os
cuento aquello de «si te molestan, molesta tú», frase
que le decimos a los que dentro de unos años serán los adultos de nuestra
sociedad, por miedo a que sean los buenos tontos que se llevan siempre los palos.
«Mira por ti», «lucha por tus intereses» y el que venga detrás «que apriete». Individualismo al poder, dejando que el «nosotros» termine por no significar nada.
Esto ocurre, por
ejemplo, con el tema ecológico. Los
niños, que aún creen que su comunidad es «lo mejor» y quieren salvarla a toda
costa, son más conscientes que los adultos de que la Tierra está herida de
muerte y aún creen que pueden curarla. Les inquieta el tema, y que no pongas
los envases donde tienen que estar, contaminando, así, la casa de todos.
Pero los mayores
muchas veces pecamos de egoístas y pensamos en nosotros, en nuestro tiempo, y
no en la herencia que le dejaremos al resto de habitantes que vendrán a nuestro
Planeta. Y no le damos la suficiente importancia al problema; tenemos recursos
limitados que estamos gastando de manera irracional. Pero que si te preocupas
mucho por el tema, y no eres niño (ojo) eres raro.
Hay que ser fuerte
A todos los
ámbitos se puede llevar este individualismo y egoísmo que, mezclado con un
poquito de envidia suele convertirse en un cóctel bestial. Y aquí entra otro
tema, que es la importancia de la educación. Ahora educamos en la
competitividad; los profesores nos dicen que los niños son súper competitivos,
que prefieren hacer las cosas mal pero ser los primeros. Está de moda ser el
mejor, no el ser bueno. Y te planteas si los valores que te dieron a ti sirven
para este tiempo y, por supuesto, si los que tú le das a tus hijos no le van a
hacer débiles en una sociedad en la que, como decía alguien, sólo triunfan los
fuertes.
Llorar es signo de debilidad. Pero hay personas muy fuertes porque
lloran (pienso yo y me pongo de ejemplo a mí misma). Cuando le decimos al otro que no llore, le estamos diciendo que tiene
que mostrar su mejor cara a los problemas, una fachada. Sólo importa el qué
dirán y no el qué estás sintiendo.
Hablamos mucho de
inteligencia emocional, de educar las emociones, pero en nuestro día a día lo
olvidamos.
En esta sociedad, dominada por el yo, es muy difícil girar hacia el nosotros. Pero no imposible. Somos una comunidad en la que queda mucho por hacer. Educar en la bondad creo que es una necesidad. Educar en la compasión, extender la palabra cooperación. A mí me enseñaron eso y yo lo voy a enseñar.
Feliz fin de semana.
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