TÚ PRIMERO, EL MUNDO DESPUÉS
De vez en cuando nos viene bien tomar un respiro. Los padres y las madres necesitamos nuestro espacio, juntos o separados.
Esta semana me he
dedicado a mí. A andar sin prisas, a disfrutar al cien por cien de mi clase de
Pilates, a mirar escaparates, a relajarme mientras me hacía la pedicura y a
reír a carcajadas con otras madres, que ya son mis amigas por derecho propio.
Llevarte bien con
las madres de sus colegas es una suerte. Es sentirte a gusto con quien tienes
que pasar más tiempo (paso con ellas más que con mi marido). Y esto es más intenso cuando su vida social empieza a crecer y llevas la agenda de tu hijo, como una secretaria. Menos mal que sólo es una. Las agendas de
los niños son tremendas. De cumple en cumple y tiro porque me toca. Parques
temáticos, de bolas, meriendas, columpios…
Algún día acabará esto y os echaré de menos. E igual, como decíamos ayer entre risas, nos vamos al parque de bolas – sin niños – a tomar unas cervezas, por aquello de la costumbre.
Pues este post es
para agradecer a las mamis de sus colegas que ahora sean más que eso. Porque es
muy importante crear esa especie de tribu en la que sientes que tu hijo está
protegido, un entorno en el que le van a cuidar tanto como si fueses tú misma. Yo no sé si es
normal sentirse así entre madres, o yo he sido una afortunada. Pero sí, merece
la pena salir de fiesta con amigas, y poder hablar de niños sin que
nadie te mire mal – o no hablar de niños sin que nadie piense que eres una
madre desnaturalizada.
Pues eso. Que hay
que mimarse, quererse, porque de otra manera, ¿cómo vamos a poder con todo lo
demás? Coger carrerilla y saltar, cada vez más lejos. Apoyarnos unas a otras,
que las mujeres tenemos que unirnos, entendernos, respetarnos y valorarnos.
¿Y todo esto ha
dado de sí un par de noches de fiesta de madres? Sí. Porque hay veces que si no respiras y
sales del día a día, te vas volviendo un poco gris. Y a nosotros nos gustan los
colores.
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