EL REGALO MÁS DIFÍCIL
Nos preocupa su felicidad. No sé si lo que queremos es ver a nuestros hijos felices o preparar personas que sean felices en un futuro.
No nos gusta ver
sus lágrimas, queremos que lo tengan todo (en especial aquello que nos faltó a
nosotros), estar junto a ellos siempre, que vivan mil y una aventuras, que viajen o que
tengan un día de cumpleaños muy especial. Podemos seguir sumando hasta hacer
una gran lista de cosas y momentos que – creemos – hacen a nuestros pequeños sentirse bien. Muchas
veces, el darle todo lo que piden hace de ellos niños que tienen poca
tolerancia a la frustración, ya que no necesitan esforzarse para conseguir aquello que desean, que les llega de una forma fácil y casi
siempre rápida.
Otra cuestión, muy
diferente, es darles las herramientas para que ellos gestionen sus problemas y,
una vez hecho esto, se sientan serenos, realizados y felices. Presencia.
Tolerancia. Educación. Límites.
Los límites son un regalo muy preciado y difícil de hacer, al menos a mí me cuesta mucho.
Hubo un tiempo en
el que pensé que educar a un niño era pura amargura. Me pasaba el día entero haciendo
cumplir reglas que entre todos habíamos establecido, luchando para que supiese
cómo tratar correctamente a los demás, para que fuese asertivo, que entendiese
qué comida le sentaba bien y cual no. Era una tarea dura, a veces todo era «no»,
teníamos periodos de rabietas interminables en el mercado a costa de un huevo
de chocolate de esos que contienen en su interior un juguetito. En ocasiones, nos
teníamos que pedir perdón mutuamente porque los dos nos habíamos hecho daño. Otras, nos íbamos del parque sin más.
En este regalo de
poner límites también colaboraba y colabora mi compañero de crianza. Y, por supuesto, el Colegio, elegido después de dar vueltas y más
vueltas a todos los del barrio. Valores en casa y en clase, esa es la
mezcla final que parece que está funcionando.
Y es que a veces es más
fácil comprar un Lego que afrontar una situación. Pero la sonrisa y la
felicidad que el primer regalo conlleva es efímera. Convertir a un niño en una
persona capaz de gestionar sus emociones, en un adulto con unos valores que –
para nosotros – sean los correctos, ese es el regalo más maravilloso que podemos
darle. Esa es la esencia de la maternidad y la paternidad.
La recompensa es que un día veas en lo que se está convirtiendo y te des cuenta de que era justo eso por lo que te habías esforzado. Todas esas tardes en las que tuviste que tirar de su mano, morderte la lengua mientras pataleaba, porque no se había salido con la suya y no llevaba el premio que él pensaba que se merecía, tienen sus frutos.
Y todo se relaja
un poco y ya son más risas que gritos, compartes historias y ves en sus ojos a
una persona independiente, más segura, creativa, cariñosa, amiga de sus amigos.
Una persona feliz. Y te ha costado mucho tiempo y paciencia, pero merece la pena.
¡Feliz fin de semana!
¡Feliz fin de semana!